“Pin para un lado, pin para el otro”, decía un abuelo del sur del mundo para indicar ese vértigo de la vida, que a veces nos favorece, y a veces nos juega en contra. La historia de Paula Hurtado tiene, como todas las historias, esos sinsabores y esas alegrías que confiere el simple hecho de estar vivos o, mejor, de seguir viviendo (porque, como dice la canción “La lucha es de igual a igual contra uno mismo: y eso es ganarla”).
Lo que sí sabemos de Paula es que no se detuvo nunca. Que peleó. Y que esa pelea significaron viajes, pisos duros y un hermoso árbol de Navidad, cuya historia vale la pena -y la alegría- de ser contada.
Nacida en la tierra de Popayán, en el Cauca, donde el aroma del café es de caramelo, Paula fue criada en Cali desde 1993, cuando tenía 5 años. Al terminar la escuela, supo que seguiría el trazo de sus antecesores: ser la segunda generación en su familia que iría a la universidad. Había sido la mejor alumna de su clase, y sus manos habían izado repetidamente la bandera de Colombia.
El destino era transparente. Y hacia él se dirigía.
Orgullo y perjuicio
Pero algo sucedió que empañaría la fuerza esbelta de aquella adolescente: su abuelo paterno sería secuestrado aquel septiembre de 2004 mientras ella cursaba el primer trimestre de ingeniería industrial en la universidad Icesi, en Cali.
— Esos primeros momentos que pasé en la universidad fueron de pura rebeldía. Pensaba: “¿Cómo voy a ser feliz habiendo gente tan mala?”. Y me deprimí.
A los 19 años, Paula tuvo a su hija Sara. Soñaba con graduarse de ingeniera, así que para buscar un entorno más propicio regresó al Cauca y siguió sus estudios en la Universidad Pública.
Brasil como un sueño
La primera vez que oyó hablar de la universidad en Brasil fue en su tierra natal, a través de un amigo de la infancia que estaba estudiando en Manaos, antigua capital del caucho, pleno Amazonas brasilero. “Es gratis, y además te ofrecen prácticas profesionales”, le dijo. Paula levantó las cejas.
Unos años más tarde, en 2012, consiguió una beca en la Universidad Federal de Santa Catarina, en la ciudad de Florianópolis, al sur de Brasil, frente a las olas salvajes del Atlántico.
— ¡No supe que Floripa era una isla hasta que llegué! -dice ahora Paula hurgando en el vaivén de sus recuerdos-. En Colombia, había seguido Ingeniería Industrial porque siempre me había gustado esa vaina de la eficiencia y los procesos. Pero en Brasil cambié a Ingeniería en Producción Civil, sobre todo por la influencia de la familia: mi mamá es arquitecta y mi papá ingeniero civil. Y me fue mejor.
Una cama o Canadá
A Florianópolis había llegado por un programa de educación, pero no tenía suficiente dinero. Era universitaria, pero también un poco exiliada. El primer año, vivieron con su hija Sara en una posada. El segundo, durmieron en un colchón inflable sobre el piso, en casa de unas amigas.
Paula admiraba el trabajo del profesor ruso Dmitry Ivanov, de la Escuela de Economía y Leyes de Berlín, en Alemania. Siguiendo sus enseñanzas, escribió un paper que tuvo cierta repercusión; versaba sobre el uso de inteligencia en la planeamiento y control de la cadena de abastecimiento. Con él, consiguió que la patrocinarán una semana para presentarlo en Canadá.
— Era la oportunidad de poner mi trabajo académico en el mapa. Con los pasajes pagos por la universidad, el Día de la Madre compré una cama para mi hija; el resto del dinero lo usé para los gastos. Era: u otra cama para mí o el viaje.
Hasta entonces, Paula había trabajado en el Laboratorio ProLogIS, analizando y proponiendo modelos que usaban como base datos con el objetivo de dar más eficiencia a la cadena de abastecimiento. A la vuelta de Canadá, entró como Analista de Producto en Chaordic, adonde -dice- encontró su vocación profesional.
Cuando otra empresa la compró y le cambió el nombre, Paula quiso irse. Era diciembre de 2016, y ya podía darse el lujo de elegir.
— Quería tener mi casa bonita, necesitaba hacer de mi casa un hogar. Me dije: “¡Voy a comprar un árbol de Navidad!”
Y así lo hizo.
— Me hice cliente de Nubank cuando la moradita era súper exclusiva. Me inscribí en la lista de espera de Brasil y no me la daban. Hasta que mi amigo colombiano, también residente en Brasil, que ya la tenía, me hizo una invitación. Eso acrecentó mis posibilidades, y me aprobaron enseguida.
La primera compra que Paula hizo con la moradita fue el árbol de Navidad para Sara.
El viaje hacia Nubank
En 2018, Paula se graduó como Ingeniera Civil en la Universidad Federal de Santa Catarina. Antes, había trabajado en otra empresa donde hizo expansión internacional y justo para presentar ese caso participó en el evento The Developer’s Conference en Porto Alegre en donde le había escuchado mencionar a Alexandre Freire, director de Ingeniería en Nubank Brasil, un rol profesional del que jamás había escuchado nada: Technical Product Manager. Eso quería Paula a partir de ahora. Devenir en una Technical Product Manager.
Y así es como Paula encontró a Nubank. O más bien, como Nubank encontró a Paula.
La ingeniera Hurtado entró a trabajar en 2019 a Defense Engineering, un equipo en Nubank que se dedica a lidiar con el riesgo: compliance -cuya función es asegurar el cumplimiento normativo interno y externo-; prevención de lavado de dinero; prevención de financiamiento al terrorismo; y en asegurar que la oferta de los productos estén en consonancia con la buena salud del sistema financiero.
— Lo que me había fascinado de Nubank como clienta es que pasaba una compra y, en tiempo real, me aparecía en la app cuánto dinero me quedaba por gastar con la tarjeta en el mes. Como en 2016 era todavía estudiante, me servía mucho eso, porque necesitaba tener muy clara y milimétricamente la planificación de mis gastos. No sólo era mi vida, sino la de mi hija.”
Paula cuenta que como para su papá las finanzas personales siempre fueron un enorme desafío, su madre suele reprenderla: “¡No se endeude, pague con lo que tiene!”. Viniendo de esa desconfianza con las tarjetas de crédito, podía haber tenido ciertos reparos.
— Pero la verdad es que en un momento crucial de mi vida Nubank apareció, me otorgó la moradita y, con su clasificación de gastos en la app, me permitió usar el dinero -que no me sobraba- de una manera mucho más consciente.
En junio de 2019, Paula comenzó a trabajar para Nu Colombia como Product Manager.
En octubre de 2020, fue ascendida a Senior Technical Product Manager, el puesto que tintineó en su deseo cuando escuchó a quien ahora es su compañero, Alex Freire, en aquella conferencia de Porto Alegre. Lidera un equipo que es responsable de la infraestructura para generar tarjetas físicas y virtuales, trabajando para que más clientes puedan tener acceso a los productos financieros de Nu.
— Yo no me olvido: Nu para mí no sólo es la empresa donde trabajo. Para mí está asociado a comenzar a sentir que nuevamente vivía en un verdadero hogar. Nu está asociado a aquel árbol de Navidad para mi hija. Al momento en que mi vida comenzó a ser linda de nuevo.
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