Esta es una historia común, en un pueblo común, de una persona común, pero con un amor extraordinario. Se trata de Angely Rodríguez Moreno, y sus ansias de ayudar a los demás, un aguijón benévolo que volvió a todo un pueblo un panal dulce y morado.
Angely: “Si te caes, te recojo”
En principio, Angely vive con su marido en el barrio El Tintal, en Bogotá, al lado de Patio Bonito, conocido por la picaresca callejera como “el barrio de las dos mentiras”, porque no es bonito y no tiene patio: un lugar sin verde.
Esta mujer -46 años, la sonrisa del Gato de Cheshire, el de Alicia en el País de las Maravillas– tiene dos hijos, dos nietos, dos perros y un gato. Se dedica a la biosanación emocional desde 2015.
“Si tú te caes, voy y te recojo, no me río. Si puedo ayudar de verdad, ayudo. La biosanación me ayudó a compartir; antes, vivía en el juicio total: no sabía que era tener paz, envidiaba lo que otros tenían. Hoy, todo lo que hago, lo hago de corazón.”
Carmen de Apicalá, donde picó con su amor
Hace un tiempo que Angely no tiene crédito. En su vocación humanista, fue garante de una persona que dejó de pagar. Ante la ley, ante las centrales de riesgo, ella fue la responsable.
El 31 de enero de 2022, Angely y su esposo estaban en Carmen de Apicalá, un pueblito con una flora exuberante y un clima promedio de 28 grados. “El Carmen”, como suelen decirle, está a unas cuatro horas en carro al sudoeste de la capital colombiana, en Tolima, pasando Melgar.
Hurgando las redes sociales, Angely de pronto vio que existía algo que se llamaba Nu. Entendió que era una fintech, una compañía tecnológica especializada en finanzas. Lo que necesitaba.
Entendió que Nu ofrecía una tarjeta de crédito sin cuota de manejo, sin cargos ocultos, con cero burocracia y todo controlado desde una app fácil de usar. Aplicó. Aplicó a la tarjeta con desesperanza, como si se enfrentara a la selección de fútbol alemana.
Pero, insospechadamente, resultó ganadora.
Para saber más sobre el Efecto Morado. El Amor se comparte, haz clc aquí.
El esposo de Angely
“A los minutos, la app me dice que me aprobaron la Moradita. Empecé a festejar como loca. Me dije: ¿Será verdad? Estaba feliz, pero incrédula. Estaba en una confrontación interna entre mi Yo Positivo y mi Yo Negativo”, cuenta Angely.
– ¿Cómo vas a creer eso?, le recriminó Carlos, su esposo, que hasta ese momento estaba concentrado en cómo hacer para mejorar los ingresos de su tienda de ropa.
– Sí, ven -le dijo Angely-. Te voy a compartir este enlace y tú también la pides.
– Carlos -según cuenta Angely- le “sigue la cuerda en todo”. Así que aceptó. ¡Y aprobado!
El chef y el hijo de Angely
Su amigo Charly, Andrés Yopasa García, estaba en la casa, como de costumbre. Charly había trabajado como Jefe de Arte durante dos décadas en televisión. Por salud, tuvo que retirarse lejos del ruido y del asfalto, ahora usa un audífono.
Si quieres conocer la historia de Charly, haz clic aquí.
Así fue cómo su amigo llegó al Carmen de Apicalá. Hoy es chef, y está por abrir un restaurante.
“Los servicios financieros en Colombia son un completo desastre”, dice Angely. Más para la clase media. La tarjeta de crédito, si la sabes usar, no es una deuda, sino un claro beneficio. Imagínate la felicidad de los tres.”
Cuando llegó el hijo de Angely con su esposa y su hijo, le contaron.
– Pues hagámosle -dijo Andrés David, su hijo, fanático del videojuego Street Fighter.
“¡Y plum! Cuatro tarjetas de crédito!”, dice Angely, y pareciera como si le aleteara una cierta alegría desde sus hombros.
Efecto Morado. El amor se comparte
Pasaron los días, y la gente del Carmen de Apicalá comenzó a pedirle que la refiriera con el código de invitación desde su app. Parecía un hada madrina, que en vez de una varita usaba un celular. Así invitó a Gloria Lily, que la paró mientras salía de hacer un avance en efectivo en el cajero. Y pasó con Ada, con Lola, con Marina. Hasta el panadero del pueblo le pidió que por favor.
– ¿Es verdad que tú sacas tarjetas de crédito?, le preguntó una señora en la panadería.
– Yo no -replico Angely-. Pero puedo compartirle el enlace, que es eso lo que facilita que le aprueben la tarjeta más rápido.
Así fue cómo se regó Nu en el Carmen de Apicalá.
Después, el “efecto Angely” llegó más lejos. En Altoquen, cerca del aeropuerto de Bogotá, hizo un curso de cocina. “Allí conocí compañeritas con un perfil que no suele manejar crédito por miedo a endeudarse, a que no les alcance para pagara, a su sueldo mínimo”, cuenta.
– Ay, amiga, ¿por qué no te sacas una tarjeta de crédito?
– No, eso es para los ricos -le respondió Ada, que trabaja en una tienda al frente del aeropuerto El Dorado.
– ¡No! ¡Es Nu! Es una tarjeta para todos. Si te la sacas en 15 minutos, me invitas una cerveza. Prueba.
– Listo. Listo. Hágale.
Le contestó Ada, que se hizo con su Moradita con un monto de crédito que no hubiese imaginado.
Lee la historia de Ada aquí.
251 gestos de Angely
Y así se expandió una especie de amor morado desde la app mágica de Angely. Un amigo de una amiga de una amiga de un amigo le recomendó a Gregorio, en el Amazonas, un hombre que vende hallacas, el tamal tradicional de Venezuela.
Esta mujer austera, risueña y ocupada en mejorar al mundo, esta mujer con nombre de ángel refirió a doscientas cincuenta y una personas para que solicitaran su Moradita.
Se trata de una tarjeta de crédito sin más. Pero -humildemente, decimos- una tarjeta de crédito muy especial. Como su amor. Porque Angely pensó que así como se había beneficiado ella, también merecían la alegría y el crédito otras tantas personas.
Fueron, para ella, doscientos cincuenta y un gestos de amor.
#EfectoMorado
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